sábado, 7 de junio de 2014

La Callecita de los Pinos




¡Dejáte de joder Pepo!
Casi le grito. Es la última vez que quiero escuchar que me decís eso, o algo parecido. ¿Me entendés?
Ya se cumplen los seis meses. Sos vos el que no entiende. Esta noche, para ser mas preciso.
Los médicos te dijeron seis meses. Está bien, lo acepto, lo reconozco. Pero ellos dicen asi por decir. Seis meses.
No quiere decir que justo a las cero horas del día en que se cumplen los seis meses te vas a morir. Pedazo de pelotudo.
Los análisis salen cada vez peor. Cada día peor, Carlos.
¿Sabés a cuántos conozco a los que le pronosticaron tres, seis meses. Un año.
Y ahí están. Rompiéndome los kinotos. Y algunos desgraciadamente lo seguirán haciendo un largo tiempo para mi gusto.

          ¿Qué comiste?
Uh…! Comida a la carta.
El mismo puré de batatas o zapallo. Ya no se de que cuernos era.
Conozco toda la rutina. Ahora va a venir la enfermera del último turno. Me va a tomar la presión, me va a poner el termómetro, me va a dar la pastilla verde, y me va a decir como todas las noches:
"Son las doce menos diez.
Si va a mirar la tele póngase los auriculares. O baje el volumen todo lo que pueda.
¡Hasta mañana!"

Bueno, Pepito. Me voy. Son mas de las once. Todavía no se como no me rajan a patadas de acá por quedarme hasta tan tarde.

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A las doce menos cuarto entró Delia, la enfermera del último turno. Puntual como sólo ella.
La tomó la presión, le colocó el termómetro y le dio la pastilla verde.
Esta noche estás bárbaro, Pepi.
Son las doce menos diez.
Si vas a mirar la tele, ponéte los auriculares.  O bajá el volumen todo lo que puedas.





Juan B. Gasparini

                    jbg

jueves, 22 de mayo de 2014

Ah, viejo ¿Estabas acá?






_  Ah!, viejo…. ¿Estabas acá?
_  Si. ¿Qué hora es?
_  No se, pero deben ser como las cuatro.
_  Me parece que un poco más.  Creo estar viendo como      una claridad en el horizonte.
Y vos que hacés levantado?    Se puede saber?
_  Nada.  Estaba tan cansado del viaje que cuando me acosté creí dormir hasta el mediodía, pero se ve que el mismo cansancio no me dejó.
_  Carolina?.... y los chicos?
_  Ja!, ésos sí que duermen como troncos!!.... Vi la luz en la escalera y subí.  Y te encuentro aquí, a oscuras, en el mirador.
Ajaaaaá.. y te trajiste hasta el vinito ¿eh?
_  Hay también para vos. Servite.  Acá traje otro vaso.  Vení, sentate.
_  Pensaste en todo.
_  Ahora podés verme, porque todo está iluminado por los edificios,  el alumbrado público…….. Y éstos locales comerciales que hay ahora……. 
………..Y ése dichoso boulevard.
_  Todavía estás con lo mismo?
_  Qué querés que le haga?
_  Como te dije en el viaje: “Mirá que Santa Lucía ya no es como antes”
_  Si,…. ya lo sé.
_  ¿Cuántos años estuviste sin venir?,   ¿mas de 15?

_  Veinte…. Para ser preciso.


                                  Juan B. Gasparini
                                                       jbg

domingo, 4 de mayo de 2014

Atravesó el Parche




          Atravesó el parche.
Ese parche que tienen todos los circos, casi siempre con una estrella en el centro para que el payaso, al romperlo comience la acción. Cuando niño, me imaginaba que todos los días, cada mañana había un empleado  destinado a repararlo. O tal vez el propio payaso era el encargado.
Pero en esa noche, en la última función, las cosas no iban a seguir el camino normal.
Se escuchó el  “taraaaaaaa……!” de la orquesta. Atravesó el parche.

Y ahí mismo de su gigantesco bolsillo de payaso extrajo una pistola y se pegó un tiro en la cabeza.




Juan B. Gasparini
jbg

domingo, 20 de abril de 2014

El Arbol de las Peras




          Estaba en el centro mismo del parque, jardín, huerto, vergel o como se le quiera llamar a aquello.
Majestuoso.
Su diámetro excedía el metro y medio.
Era un árbol muy importante.
Tan importante era que formaba parte del escudo de armas de la familia Toledo.
Tonio era el mayordomo de los Toledo.
El padre y el abuelo de Tonio habían sido muchos años antes, en su tiempo también mayordomos de los Toledo
Pepe era el mas pequeño de los hijos de Tonio. Para ser mas preciso, era el único que le quedaba vivo.  Otros cuatro habían muerto en la guerra. Otro por la peste y dos más, que habían nacido muertos. No había tenido hijas.
No se sabe cuando empezó la tradición pero lo cierto es que ya desde épocas remotas había que nombrar a aquel árbol como “el árbol de las peras”.
Jamás como “peral”.



Juan B.Gasparini
jbg

sábado, 12 de abril de 2014

El Diccionario de la Abuela





          Terminó por convencerme.
Durante todo momento sostuvo una parla que me extrañó haber sido el único interesado en comprarlo.
El hombre, en su extenso monólogo de venta, mencionó una larga serie de virtudes, características, capacidades y dones de aquello que ofrecía: EL DICCIONARIO DE LA ABUELA. Pero la cosa que mas me llamó la atención fue algo que dijo así como al pasar. Creo haber sido el único que se dio cuenta.
“En este diccionario señora, señor, usted va a encontrar las definiciones de todas las palabras. Palabras antiguas, palabras raras, palabras en desuso y lo que es mas asombroso e interesante: palabras”
          Interesante, ¿no? Era un ejemplar único.
Un libro totalmente desvencijado. Sin tapa. Hasta se notaba a simple vista que le faltaban algunas páginas. En especial las primeras.
Sin embargo el hombre había dicho que ahí estaban todas las palabras. Confié.



Juan B: Gasparini
jbg 

sábado, 15 de marzo de 2014

Anoche fuí al Café










Anoche fui al café de la otra cuadra. Hacía mucho que no iba porque me trae recuerdos. Algunos muy tristes.
Entré y enseguida me golpeó la cara ese olor tan particular, mezcla de café, cigarrillo, y tostado de jamón y queso…
No reparé en nadie, solo me senté a una mesa cerca de la ventana y con una seña llamé al mozo. Pareció no percatarse.
El vidrio estaba empañado. Alguien había estado jugando antes. Entonces en un lugar que quedaba libre garabateé el dibujo de un pajarito que siempre hago en estos casos.
Volví a mirar al mozo y con otra seña le pedí un café.  Fue recién ahí cuando reparé en dos personas que estaban sentadas a dos mesas de la mía.


Un hombre y una joven.
Podría jurar que no estaban cuando entré.

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El silencio entre ellos se hacía eterno.
Era como si ya hubiesen hablado todo lo que tenían que hablar.
El hombre, mayor, cerca de sesenta seguro, la joven no llegaría a los 25.
Perfectamente podrían haber sido padre e hija.
¿ Serían alumna y profesor ?
Estuvieron en silencio un largo rato.
Mientras tanto mi café no llegaba.

“Andate….te dejo en libertad”, le dijo por fin el hombre mayor a la niña.
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“Andate por favor” parecía decirle el jovato.
"Pero ¿ y que hago con todo este tiempo ?" le dijo ella
"Guardalos bien adentro de tu corazón".
"No puedo olvidarte"
arremetió la chiquilla.
"Si.  Vas a poder, y cuando lo hayas logrado es cuando mejor me vas a recordar" finalizó él.
Cuanto mas elocuente era el hombre en sus palabras mas se transformaba el rostro de ella, mas se desencajaba  la cara de la chiquita.
Ella ahogó el llanto, lo mejor que pudo, hasta que ya no pudo.
El hombre también lo hizo.. hasta que ya no pudo

Yo no pude soportar mas.
Aproveché que el mozo todavía no me habia traido el café, me levanté y despacio me fui.
Empecé a pensar que no debía haber venido.
En mi cabeza empezó a rondar aquella vieja, hermosa y triste canción que cantaba el genial Bola de Nieve.

Tú, que llenas todo de alegría y juventud
y ves fantasmas en la noche de trasluz
y oyes el canto perfumado del azul
vete de mí......
....... Seré en tu vida lo mejor
de la neblina del ayer
cuando me llegues a olvidar
como es mejor el verso aquel
que no podemos recordar.

Salí y enseguida me golpeó la cara ese olor tan particular del aire puro y fresco.


Juan B. Gasparini
jbg.

domingo, 9 de marzo de 2014

En las Catacumbas




Las catacumbas son subterráneos excavados en el suelo para organizar en ellos los enterramientos de los muertos de los paganos, judíos y primeros cristianos en la Roma del siglo II. Se empezó a llamar con este nombre a la cripta del cementerio de San Calixto. También se llamó a las catacumbas Roma subterránea. Estos subterráneos fueron lugar de culto, además de enterramiento y en época de persecuciones, lugar de protección y escondite, ya que estaban protegidos por una ley que prohibía la entrada a los perseguidores. Era como un derecho de asilo, pues el derecho romano tenía por sagrada e inviolable cualquier sepultura, con independencia del credo religioso del fallecido. Se supone que las catacumbas como enterramiento fueron construidas antes de la muerte de San Pedro.


Del otro lado de la línea sólo se escuchaban risas. Risas y algún comentario jocoso del tipo: “Dale, debes estar preparando las valijas. Metele. Te esperamos el martes en Ezeiza.  Que tengas buen viaje, ¡ah… y un besito a las azafatas!”
“Pero de veras, boludo. Estoy acá encerrado. No se que mierda pasó, pero el contingente desapareció y me perdí o no se que carajo, la cuestión es que no encuentro la salida. Llamá a alguien.  A algún lado. No sé. Algo. Hacé algo.”

Un ruido .
La comunicación se cortó para siempre. Ya había sido un milagro que pudiera contactarse con el exterior y nada menos que a doce mil kilómetros y desde una de las mas profundas catacumbas de Roma. Hacía como media hora que se había cansado de gritar. Nadie le respondió.
Se sentó en lo que parecía una tumba vacía. Se preguntó quien demonios le dio la brillante idea de visitar este lugar a pocas horas de emprender el regreso.
Las luces que aún permanecían encendidas comenzaron a apagarse por sectores.
Al rato todo quedó a oscuras.


Le quedaba la luz de la linterna del celular. Decidió racionarla.


Juan B. Gasparini
jbg

Aflojale que Colea






A mi querido amigo
Miguel













Aquel que haya caminado por un barrio y no haya visto por lo menos dos o tres barriletes enredados en los cables, seguramente no tuvo infancia.


                    ¡Aflojale que colea….!
          Cuantas veces habremos escuchado o pronunciado estas palabras, ¿no?
Pero nunca como esa tarde en el campito, cuando Miguel atentó contra mi barrilete, justo en el momento en que mas viento soplaba.

          Yo iba ganando en altura y por supuesto en cabriolas con mi barrilete y Miguel, envidioso total empezó a remontar el suyo.
Advertí; cuando todavía estaba en tierra; que el había colocado el arma mortífera del momento.
La gilette…!!!
La hojita de afeitar…!!!
          El mito, la leyenda urbana, decía que colocando una gilette en la cola de tu barrilete podías cortar; suerte mediante; el hilo del  barrilete vecino.
Agarré fuertemente el ovillo y realicé una maniobra que sólo yo sabía hacer.



Juan B. Gasparini
jbg

sábado, 8 de marzo de 2014

Paternal








La escena se desarrolla en la boletería de la estación Bella Vista del ferrocarril San Martín.

MUJER: _  Paternal. Ida.
HOMBRE: _  ¿Cómo dijo señora?.......
MUJER: _  Paternal…..Ida, por favor.
HOMBRE: _  Sírvase....Son tres pesos.
Breve pausa
Qué estación rara ésa no?..... Mejor dicho: no la estación, sino el nombre que le han puesto.
MUJER: _  Y qué tiene de raro Paternal?
HOMBRE: _  Eso….. Eso es lo que tiene de raro. Que no es Paternal sino “La Paternal”.
Si se llamara Paternal, así nomás, a secas, estaría bien.  Pero no.  Se llama “La Paternal”.
MUJER: _  Tiene razón……..La estación se llama La Paternal.
HOMBRE: _ ¿Usted vive allí?
MUJER: _ Si, claro.
HOMBRE: _  Y nunca le pareció raro ése nombre señora?
­MUJER: _  Para nada.  Usted….¿Qué le vio de raro?

HOMBRE: _  Porque está mal.   Debería ser  “El Paternal”……. O… En todo caso:  “La Maternal”………. Nunca “La Paternal”  ¿no le parece?

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MUJER: _  Y bueh!!!.
HOMBRE: _  En fin!
MUJER: _  Qué va ser…..!
Breve pausa

HOMBRE: _  Hay otra estación curiosa.
MUJER: _  ¿Si?....¿Cuál es?
HOMBRE: _  Esa que tiene un nombre…..el nombre de un santo muy raro.

MUJER: _  El nombre de un santo raro?  A ver, a ver, a ver.   San Miguel no.  No es raro.  No se.  ¿Cuál?


Juan B. Gasparini
jbg