viernes, 18 de marzo de 2016

Esa vieja del gato






          El gato gris estaba firme en ese lugar, como siempre. Inmóvil sobre lo que quedaba del tapial de la semi derruida casa de la que decía haber sido dueña en su juventud.

Ella pasaba por ahí. Mejor dicho, tenía que pasar por ahí todas las noches lanzando improperios a diestra y siniestra.

Improperios que eran en su mayoría ininteligibles. Sólo los más antiguos del barrio los comprendían porque encerraban palabras y frases que para los más jóvenes resultaban de otro idioma. Además del hecho de que muchos de esos viejos conocían muy bien como habían sido las cosas.

Un changuito chirriante anunciaba su paso. El eterno paraguas roto y quien sabe que cantidad de trapos, zapatos de un solo pié, bolsitas de diferentes supermercados que contenían restos de pan y fruta a medio marchitar. Una manta muy roída y mugrienta además de páginas de diarios completaba su equipaje.

jueves, 17 de marzo de 2016

A cara o cruz



          Pensó en Carol al momento de levantar su pie derecho.
Pensó en ella y en todo lo que tenían por hacer.  En todo aquello que les faltaba hacer, que era mucho más de lo que hasta ese momento habían hecho.
Tembló como nunca antes lo había hecho. Se orinó encima, pero eso sólo fue un detalle. Después de muchos años lo recordaría.
Pero ¿que cruel jugarreta del destino lo había llevado a estar en este lugar? Y en esta situación.
Es increíble la cantidad de cosas que un ser humano puede llegar a hacer pasar por la pantalla de su cerebro en un tiempo más o menos razonable. Digamos unos segundos, o unos minutos, o varias horas.
No puedo hacer nada. Si hago algo en este preciso momento, sea lo que sea me equivocaré, y no puedo permitirme ese lujo. Carol no me lo perdonaría nunca. O tal vez si, sólo tal vez con el paso del tiempo.
No puedo gritar. Eso sería peor, para mi y para todos.
Recordé que en una reunión escuché decir que en situaciones parecidas a esta conviene levantar el pie de a poco. Pero también la refutación de esa creencia....